27 nov.- Con su falda aymara ondulante de un verde brillante, la luchadora Lidia Flores se lanza desde la segunda cuerda del ring al aire libre y aplasta a su oponente masculino.
Las "cholitas" luchadoras vuelven al cuadrilátero del club Tiburones del Ring, tras la suspensión de este espectáculo por dos semanas debido a las protestas y bloqueos en El Alto, una ciudad en expansión colindante con La Paz.
La ruidosa multitud de hombres mayores, mujeres jóvenes y padres con niños pequeños, grita y lanza improperios mientras las indígenas luchan. Vestidas con "polleras", faldas tradicionales de varias capas, y largas trenzas, las luchadoras voltean, patean, golpean, tiran del pelo, en un espectáculo caótico que a menudo sale del cuadrilátero.
Flores, conocida en este mundo como "Dina, la reina del ring", dice que la lucha libre es un bálsamo a la presión que soporta diariamente por su trabajo como cocinera en un restaurante.
"La lucha me desestresa", afirma Flores, de 44 años, poco antes de que empiece el espectáculo y mientras reparte folletos a la gente que camina por un mercado callejero cercano al club.
Después de un parón de 15 días, esta madre de tres hijos y que lleva 12 años en la lucha, se siente "muy ansiosa" por volver a los cuadriláteros.
"Con estos problemas, con tantos bloqueos, que no había nada para comer, fue muy estresante", asegura, con el bombín negro que lucen las mujeres indígenas.
Las protestas tras las elecciones presidenciales del 20 de octubre, impulsadas por la oposición que acusó a Evo Morales de haber fraguado su reelección, dificultaron y pusieron en peligro la vida de los habitantes de El Alto, que se erige a más de 4.000 metros de altura y bastión de ahora expresidente.
El bloqueo de una planta de combustible se convirtió en una carnicería. Ocho personas murieron cuando las fuerzas del orden cargaron contra los manifestantes.
Dos días después, la policía lanzó gases lacrimógenos contra una marcha en La Paz, en la que los manifestantes portaban cinco de los cadáveres en ataúdes para pedir justicia y la dimisión de la presidenta interina, Jeanine Áñez, que se autoproclamó en el cargo después tras la renuncia el 10 de noviembre de Morales, quien se exilió en México.
"Fue la primera vez (en ocho años) que tuvimos que parar por un conflicto", explica la organizadora del espectáculo, Marie Peñaranda, de 30 años, mientras vende entradas por 20 bolivianos, unos 3 dólares.
Las tensiones aflojaron el fin de semana tras la aprobación de una ley para convocar nuevas elecciones y las conversaciones que mantienen el gobierno provisional y los manifestantes con el fin de detener los disturbios.
Ana Luisa Yujra, más conocida en los cuadriláteros como "Jhenifer dos caras", dice que el espectáculo es un terapia "asequible" para la gente después de tanta violencia.
"Me encanta demostrar la habilidad, la agilidad y la capacidad que una mujer puede tener", dice esta enfermera geriátrica.
"Rudo pero interesante"
Flores, vestida con un chal del mismo tono verde chillón de su falda, sube al ring y arroja su bombín al suelo.
En su preparación para el combate de parejas mixtas contra Yujra, la luchadora realiza un par de saltos mortales que dejan al descubierto las capas de su "pollera" y su ropa interior.
Martha Mayta, de 28 años, se sienta en primera fila cautivada por el espectáculo.
"Me gusta cómo luchan, cómo hacen sus estoques, con las polleras, es increíble; me pongo a pensar cómo las mujeres con pollera pueden luchar en estas posiciones".
"Es una demostración para nosotros de que una mujer se defiende a sí misma de los hombres", explica Norah Martínez, de 34 años.
"Parece rudo, pero es algo interesante".
Después de un combate salpicado de referencias a la crisis política que afecta al país, Yujra y su compañero masculino, vestido con pantalones rojos brillantes y camiseta a juego, son declarados ganadores.
Visiblemente exhausta y desaliñada, Flores lanza besos a sus seguidores mientras abandona el ring en dirección al improvisado vestuario.
"Me siento mal", reconoce. "Estoy realmente cansada y sin aliento".
El Deber