Se trata de una modalidad que se basa mayormente en la escuela mexicana, que tuvo gran eco en Chile en los años "70 con los famosos Titanes del Ring, y en menor medida en la archiconocida WWF, la vertiente estadounidense, y que durante cuatro horas pasea sobre la lona a una galería de personajes con coloridos trajes, peculiares nombres y adrenalínicas piruetas.
Una de las cosas que hace a esta lucha libre tan propia de su lugar de origen y que, probablemente, determina buena parte de su atracción en el público es la inclusión de mujeres. Se trata por tanto de un espectáculo mixto, pero en él, las luchadoras no adoptan estrafalarias o incógnitas identidades como sus pares masculinos, lo que hace más llamativa su participación, ya que además de las patadas, combos y caídas que reciben y dan, su vestimenta es el clásico atuendo femenino aymara. De igual forma, sorprende también la inclusión de personajes "extraños", casi a la usanza del freakshow, como un hombre de baja estatura que se hace llamar La Novia de Chucky. Los Luchadores retratan todo esto y más, porque el fotoperiodista boliviano Patricio Crooker se internó en este mundo para dar vida a una serie que él considera más un registro documental que artístico, aunque con un alto sentido estético -lo que salta a primera vista en la intensidad de los colores o las perspectivas de sus tomas.
Fuente Los Tiempos
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