lunes, 27 de febrero de 2017

Vivencias de la lucha libre: “Yo soy el Indio Gerónimo”

El Alto, 26 febrero.- Su nombre real es Raymundo Saire. En 1990 fue el principal promotor de Los Titanes del Ring del Multifuncional de la Ceja de El Alto. Actualmente, radica en Cochabamba dedicándose a la panadería junto a su esposa. Tiene tres hijos, Wálter, Judith y Brígida con su pareja María Eugenia Durán. Hijo de Justina y Julio (+). Su progenitor fue íntimo aficionado al boxeo. Saire ser amigo del mexicano Huracán Ramírez.

El Indio Gerónimo tiene los cabellos blancos por las tristezas que le otorgó la vida. Hace nueve años luchó por última vez en Argentina, compartió cuadrilátero con Solfeador y los hermanos Comando gracias a la invitación de Erasmo Chambi (Ciclón) junto a Wálter “Tataque” Quisbert, Sombra Junior y Elizabeth Rompecorazones.

Empezó a luchar desde sus doce años cuando lucía melena larga. En su hogar posee una amplia colección de fotos peleando con mexicanos, también guarda películas del Santo, Blue Demon, Huracán Ramírez y Mil Máscaras. “Bolivia fue la casa de los luchadores mexicanos caracterizada por pelear a ras de la lona y lucha aérea”, recuerda Gerónimo.

Acabó sus combates varias veces con la cabeza reventada de sangre. Cuenta que una vez le dieron con un ladrillo en la frente y fue trasladado a la clínica más cercana, cuando peleaba en el Coliseo Municipal de la Avenida Camacho. “Mi padre quemó con gasolina mis botas y toda mi indumentaria de luchador”.

Al margen de la lucha libre estudió Mecánica y durante años trabajó como técnico en motores de explosión. Fue Intendente Municipal de la Alcaldía de El Alto (1997), y fungió como comandante y director de la policía urbana.

Los más ágiles de la lucha libre boliviana para Indio Gerónimo son Vampiro I, Sombra Junior y Jaider Lee. Con la moral alta afirma ser profesor de Súper Muñeco y La Máscara.

“Tengo el rostro partido, mis dedos están dislocados, mi cuerpo está lleno de marcas. En las mejores épocas de la lucha libre peleamos con una brutalidad tremenda”. Sus adversarios más exigentes durante los grandes momentos del Olimpic de San Pedro fueron Renato Cruz y Míster Atlas.

Desde su visión los mejores árbitros de la lucha libre boliviana son Jimmy Rubiloza (ya fallecido), Alí Farak y Ricky Guerrero, repudia a los nuevos árbitros que se colocan el traje rayado encima del ring. Según Gerónimo el réferi tiene que conocer las mínimas reglas de la lucha libre. Fernando Guiroga, Juan Carlos Pomarino y José Carlos Fernández están entre los mejores presentadores y relatores para su gusto.

Tiene 61 años, le fascina saborear el chicharrón y asado de Cochabamba. Cuando llega a La Paz se siente seducido por el plato paceño y ají de fideo.

ADMIRABA AL COMPADRE PALENQUE

Posee decenas de retratos en la sala de su hogar enalteciendo la labor de Carlos Palenque por colaborar a los más pobres cuando conducía la Tribula Libre de Pueblo del Sistema RTP.

“Carlos Palenque fue como mi padre, todo lo que soy ahora lo debo a ese señor, el compadre fue un símbolo en mi vida. Ese señor fue padrino de mi boda”, recuerda con los ojos llorosos Saire.

Gerónimo también habla de otros luchadores y destaca a Rey Mysterio, luchador mexicano como el más completo de la época actual. Sin Cara, todos los mexicanos tienen una verdadera escuela de lucha libre.

Indio Gerónimo acotó que durante las últimas temporadas fungió como empresario de lucha libre y hace un par de años trajo a grandes luchadores mexicanos a Bolivia, como al Nieto del Santo, Lapida, Parkita y Espectrito. Evento que fue organizado en el Coliseo Cerrado Julio Borelli Viterito en la calle México de La Paz.

DATOS PERSONALES:

Nombre real: Raymundo Saire Carrasco. Nombre de batalla: Indio Gerónimo. Estatura: 1.75 centímetros. Peso: 115 kilos. Edad: 61 años. Plato favorito: Plato paceño y ají de fideo. Gimnasio: Levanta 160 kilos.

Texto y fotos: Alberto Medrano

martes, 21 de febrero de 2017

Halcón Dorado fomenta el deporte con su escuela “Lucha Libre con Altura”

El Alto, 20 febrero.- Halcón Dorado, el experimentado luchador paceño, impulsa esta disciplina en la ciudad de El Alto mediante su escuela denominada “Lucha Libre con Altura”.

Este luchador pertenece al bando de los técnicos lleva 48 años encima del cuadrilátero. Subió por primera vez al ring en 1968 y es hermano de Kimbo. Empezó la disciplina en el club Halcones de la zona Villamil de Rada de la avenida Buenos Aires. Agradece al compadre Carlos Palenque por apoyar los eventos de lucha libre.

Halcón Dorado actualmente impulsa el surgimiento de nuevos luchadores con su escuela “Lucha Libre con Altura”, y cada domingo brinda espectáculos de cachascán en el Coliseo de la calle 4 de Villa Dolores, avenida Antofagasta, a pocos pasos de la plaza Juana Azurduy de Padilla.

Su primer personaje en el ring fue el “Rebelde”, rudo que hizo de las suyas en la lucha libre. Impulsar los “Titanes del Ring” en 1980 fue uno de los mayores logros del peleador y consolidar “Furia de Titanes” durante la década de 1990 registró su mayor alegría. Ahora pretende con “Lucha Libre con Altura” estampar su sello luchístico.

Uno de los secretos mejores guardados fue haber enfrentado a Barrabas y Piel Roja, según Halcón Dorado de los mejores rudos durante 1980. A nivel internacional pelear con Dick Togo (japonés), ha fortalecido su carrera como luchador pues el asiático posee excesiva disciplina encima del cuadrilátero y fuera del ring, en eventos efectuados el año 2012 en el coliseo de Villa Victoria.

“Los jóvenes que quieren pisar el cuadrilátero tienen que empezar practicando lucha olímpica y greco romana, tienen que rechazar las bebidas alcohólicas y visitar constantemente los gimnasios”, exhortó el luchador.

Haber sido estafados por un empresario en Tarija fue muy ingrato, el peleador lo cataloga como su momento más cruel, provocando que los luchadores encabezados por Halcón Dorado acabaran arrestados por la policía.

Según Halcón Dorado uno de los mejores empresarios fue Rodolfo Vega (ya fallecido) y el mejor árbitro fue Jimmy Rubiloza, porque este conocía la mayoría de las reglas de la lucha libre.

Halcón Dorado se declara fiel admirador de los mexicanos Huracán Ramírez y Leopardo, porque fueron sus ejemplos a seguir arriba del cuadrilátero.

Puma Huáscar, Guerrero Ayar, Taurus, Ukamau, Rocky Katari, Águila Guardián, son los nuevos valores de “Lucha Libre con Altura”. En la categoría damas destacan Lucy la Cholita Atómica, Kiara y Minina Méndez, que brillan todos los domingos en el coliseo de Villa Dolores.

Halcón Dorado, cuyo nombre civil es Leocadio López Quispe, ya tiene 63 años, pero mantiene la vitalidad y fuerza que caracterizó su juventud con 73 kilos de peso y 1,62 metros de altura.

En su opinión el luchador Brock Lesnar es un peleador que se sacrifica mucho por dignificar la lucha libre, mientras del lado experimentado destaca a Míster Atlas, que fue “un excelente luchador, lástima que tuvo una vida ingrata”.

Texto y fotos: Alberto Medrano

lunes, 20 de febrero de 2017

Perro Aguayo: Un rudo con mucho carisma

Los espectadores que asistían al Olímpic Ring en los años 80 aplaudían sus presentaciones, ya sea haciendo pareja con Barrabás o El Conde, o para enfrentarse con Ángel Azul o Sombra Vengadora, quien tiempo después llegó a comentar: “Cuando luchaba hacía reír, pero cuando era rudo, era rudo de verdad”. Diez años después de haberse alejado de los cuadriláteros, el Perro Aguayo (Emilio Aruquipa) continúa siendo el rudo más querido de la lucha libre boliviana.

Los primeros acercamientos de Emilio a un ring, no obstante, fueron en torno al boxeo cuando, a sus 10 años, solía ir a los espectáculos que se organizaban en la plaza Pérez Velasco, donde su padre (Juan Aruquipa), quien era policía, representaba al club Litoral en los enfrentamientos boxísticos, a mediados de los años 60.

“Aquella vez se intercalaba una pelea de box con otra de lucha libre. Por mi papá he tratado de incursionar en el box, pero al final me ha gustado la lucha libre”, comenta Emilio, quien además confiesa que fue influido, como muchos otros luchadores del país, por las películas mexicanas de El Santo, Huracán Ramírez, Rayo de Jalisco y Blue Demon, entre otros.

El impacto de los filmes del deporte espectáculo hizo que cada barrio paceño tuviera su propio club, como Los Tigres de la calle Villamil de Rada, Los Atlas de Villa Victoria o Los Pulpos de El Alto. Ese influjo hizo que el joven Emilio y sus amigos también fundaran su propio club, Los Halcones del Norte, al final de la calle Pedro Kramer, en la zona El Calvario.

“Mi papá y algunos vecinos nos ayudaron a armar un cuadrilátero cerca de mi casa. Luchábamos en la calle sobre aserrín o viruta que sacábamos de barracas. No tenía botas, así es que mi mamá me cosió unas medias de lana y me presentaba con eso. Usábamos esos buzos que se ponen en la morenada. Así he empezado”, comenta Emilio, quien no olvida que las peleas eran para personas resistentes, pues aquellos años incluso se rompían ladrillos y adobes en el cuerpo. Todo por el espectáculo.

El luchador que se respete tiene que diferenciarse de otro por la máscara o la cabellera, un nombre atrayente y por el bando que va a representar, señala.

Es por ello que Emilio adoptó Chico Veloz como su primer denominativo, un luchador de estilo técnico con máscara. Pero como se sentía incómodo, al poco tiempo decidió luchar con el rostro descubierto para toda la vida. Y así lo hizo.

Emilio estaba decidido a seguir creciendo como cachascanista, por lo que fue a probar suerte en un club de Vino Tinto junto a Misterio I, Misterio II, Neutrón y Estrella Blanca. “Parece que se creían luchadores grandes, pues no nos dejaron entrar”. Su perseverancia hizo que luego fuera a probar suerte con Los Atlas de Villa Victoria. En ese lugar aprendió más de la lucha libre y también recibió una de sus primeras lecciones ante un deportista reconocido.En la medianera de la década de los años 70 llegó un espectáculo internacional de lucha libre a la sede de gobierno, en la que se presentaba el mexicano El Leopardo. “Yo ni siquiera fui a ver sus luchas, pero un día (El Leopardo) fue a visitarnos a Villa Victoria. Con la experiencia que tenía nos manejaba como a muñecos. A mí, por ejemplo, me alzó sobre sus hombros. Pensé que me iba a lanzar adelante, pero lo hizo atrás y me dejó sin aire, no podía ni hablar. Él me seguía levantando, pero yo dentro de mí le gritaba ¡ya no puedo, ya no puedo!”, rememora entre risas.

Para vencer más retos en esta disciplina, Aruquipa pasó a formar parte de Los Pulpos de El Alto, donde dejó para siempre el estilo técnico para continuar su carrera como rudo. “Es que el rudo tiene más ventaja de agarrar al técnico y maltratarlo, mientras que éste tiene que hacerse golpear, por eso empecé a luchar como rudo y me ha ido bien”, asegura.

Cuando Los Pulpos alquilaron el Coliseo Municipal de la avenida Simón Bolívar en el centro paceño, Aruquipa luchaba mejor y se hacía más conocido, lo que originó que el empresario peruano Rocky Pacora lo buscara para hacer una gira por el país y darle su nombre definitivo.

Nace el Perro Aguayo

“Pacora me dijo: ‘¿Por qué usas ese nombre (Chico Veloz) si tienes un estilo similar al Perro Aguayo de México? Llámate Perro Aguayo’. De esa manera cambié de nombre”, explica Emilio hoy acerca del origen de su denominación como luchador profesional, con el que pasó a integrar después la Asociación de Lucha Libre Profesional Los Titanes del Ring.

En la arena de la zona de San Pedro, el Perro Aguayo se hizo conocido por su estilo de lucha, que combinaba el clásico rudo “sanguinario” con el técnico al que le salían mal los movimientos. “Ese estilo nadie lo ha tenido. Por ejemplo, un técnico pasaba las tres cuerdas de un salto, pero yo a propósito me trenzaba o me tropezaba y eso le gustaba a la gente. Quería que el público estuviese contento, no sintiera dudas de mí, quería que la lucha fuese un poco más alegre”, explica.

Esa capacidad de mezclar movimientos rudos y técnicos con gracia hizo que Emilio fuese uno de los más populares de la lucha libre y que apareciera en las luchas de fondo de Los Titanes.

En las tardes de domingo, el Perro hacía pareja con El Conde de Villa Victoria, Barrabás, Alí Farak, Barón Rojo, Tabaré y Piel Roja, principalmente. “Nunca me voy a olvidar del Piel Roja porque siempre pegaba donde no debía hacerlo, golpeaba en cualquier parte. Era bruto y le tenían miedo”, comenta sobre su excompañero.

De manera individual, en parejas al “estilo mexicano”, tres contra tres “al estilo australiano” o cuatro contra cuatro “al estilo romano”, los rudos solían luchar contra la Sombra Vengadora, el Halcón Dorado, Caballero de Negro, Kung Fu, el Matemático o el Dragón Chino, entre otros técnicos.

De forma paralela a la lucha libre, Emilio conducía un micro del Sindicato Simón Bolívar, donde su popularidad le hizo pasar bochornos ante sus pasajeros. “Durante ese tiempo pasaba calores porque subían al vehículo incluso mujeres y chicos para pedirme un autógrafo”.

Si bien el Perro Aguayo vivió momentos felices junto a Los Titanes, también soportó algunas decepciones, como cuando le quisieron quitar un cinturón de campeón. “En el Olímpic salí campeón de peso semipesado, pero dentro de la empresa querían que devolviera el cinturón a otro luchador en una pelea pactada. Es lo que más me ha decepcionado”, manifiesta el “rudo”, quien como muestra de su desacuerdo no se presentó en aquella lucha.

En contraparte, ante la pregunta de quién fue su maestro en la lucha libre, el Perro Aguayo responde que aquel entonces todos se ayudaban para brindar un mejor espectáculo. “El Sombra Vengadora (Juan Mendoza) ha hecho mucho por la lucha libre, al igual que El Conde (Basilio Ilaya), creo que gracias a ellos hemos surgido y hemos sobresalido más todavía”, resalta, sin dejar de mencionar al Dragón Chino (Fernando Quiroga).

Acerca del fin de los Titanes del Ring, Emilio cuenta que coincidió con una presentación de luchadores mexicanos en el coliseo Julio Borelli. “Desde ahí empezó a caer el show, ya no era lo mismo. Creo que hubo problemas con el dueño de la plaza Olímpic y ya no hubo más luchas”.

“Con los Titanes del Ring tuve una de mis mejores épocas, parte de mi juventud la dejé ahí, porque luché de muy jovencito”, sostiene quien en su carrera ganó un cinturón de campeón y tres cabelleras.

Frente a ese final inesperado, los luchadores se dedicaron a hacer giras por el país y parecía que se iban a dispersar, hasta que en 1998 aparecieron Adolfo Paco y Édgar Patiño, quienes llamaron a los gladiadores de élite con el fin de plantearles un proyecto televisivo: Furia de Titanes.

“Aquella vez nos reunimos con más edad y nos encontramos para recordar viejos tiempos”, cuenta el Perro Aguayo, quien añade que durante un año grabaron luchas para la televisión, que se emitían en ATB los domingos, y que después emprendieron las giras nacionales. “La gente nos conocía en todos los lugares. En La Paz hemos reventado el Coliseo Cerrado. Nos fue tan bien, que la empresa compró un bus exclusivo para los luchadores con el fin de presentarnos en el estadio Félix Capriles de Cochabamba, con un lleno total. Después adquirieron un camión para trasladar el cuadrilátero, así hemos girado por toda Bolivia”, resalta.

Paradójicamente, ese éxito también marcó el final de Furia de Titanes, debido a que ocasionó que Paco y Patiño se separaran como socios y cada cual organizara su propio espectáculo.

Emilio continuó luchando con la empresa de Sombra Vengadora en escuelas y colegios, hasta que en 2005 decidió alejarse de los cuadriláteros. “La lucha ya no es lo mismo que antes, ya no es profesional. Nosotros antes incursionábamos en la lucha olímpica, lucha grecorromana y defensa personal. Hay que saber caer, de donde te lancen tienes que saber acomodarte, pero estos chicos no tienen esa preparación y es muy peligroso para ellos”, comenta el Perro Aguayo.

“La gente valora lo que hacíamos, nos extraña, porque dice que esas épocas fueron buenas, sin menospreciar lo que hay ahora”, opina el luchador, quien se muestra ansioso ante la posible reunión de los Titanes del Ring para hacer su despedida oficial de los cuadriláteros, donde hicieron pasar muy buenos momentos a los espectadores y donde alcanzaron la fama. “Tengo lindos recuerdos de la lucha, me han puesto en un lugar que quizás nadie va a poder llegar. Yo mismo no creo a veces haber llegado a esto”, afirma el Perro Aguayo, quien asegura que “si nos reunimos los antiguos luchadores, volveremos a ser los Titanes del Ring, eso nadie nos va a quitar”.

Detrás del volante de su radiotaxi de la empresa Gaviota, Aruquipa aún es reconocido por los pasajeros, quienes le preguntan si realmente es quien los animaba las agitadas tardes de domingo en el Olímpic Ring de San Pedro.

Y es que el Perro Aguayo mantiene la popularidad de aquellos años, cuando divertía a los espectadores con su estilo propio, que lo convirtió en el rudo más querido del cachascán boliviano. En lucha.

La Razón


martes, 14 de febrero de 2017

Cholitas luchadoras se enfrentan al patriarcado

Es domingo por la tarde en El Alto, Bolivia, y el sol se cuela a través de las ventanas manchadas de gravilla del Centro Multifuncional de la ciudad. Silvina La Poderosa se pavonea en torno a un ring situado en medio de la extensión de suelo de cemento, luciendo resplandeciente un traje de paceña. Dos trenzas perfectas asoman bajo un bombín que adorna su cabeza. Tiene un aspecto elegante y deliberadamente cuidado. Momentos más tarde está sobre el ring, con la cabeza de otra mujer bloqueada bajo su brazo en una media-nelson implacable. Su oponente chilla simulando estar en las últimas y Silvina echa la cabeza hacia atrás y estalla en carcajadas. Los espectadores, muchos de ellos todavía con la ropa que han llevado a misa, jalean encantados conforme el árbitro comienza la cuenta atrás.

Silvina es una cholita, un término que anteriormente se utilizaba despectivamente para describir a las mujeres indígenas aimaras y quechuas nacidas en Bolivia y en el Altiplano de Perú. Aunque es fácil ver a estas mujeres por las atestadas calles, con sus polleras y sus chales estampados, aquí en el ring parecen como fuera de contexto, mientras reducen a sus oponentes a un montón de quejumbrosos escombros ante la mirada extasiada de la multitud.

Pero esto es Bolivia y estas son las cholitas luchadoras. Y durante los últimos 15 años aproximadamente, sus luchas han sido el entretenimiento favorito de los habitantes de El Alto, una próspera metrópolis industrial situada sobre una cordillera, por encima de la ya asombrosamente elevada ciudad de La Paz.

Jenny Jara, una mujer boliviana descendiente de aimaras que trabaja junto a las cholitas, me explicó que la idea de las luchadoras femeninas fue introducida en el país a manos del organizador y promotor de lucha libre Juan Mamani, hace unos 15 años. Las luchadoras femeninas no fueron el primer espectáculo que probó y solo acabó considerándolas una opción seria después de ver que ninguna de las otras suscitaba interés entre el público.

"Primero lo intentó con enanos", me dijo, "y con payasos".

Si bien los enanos no consiguieron atraer al número de espectadores que buscaba Mamani, las mujeres vestidas con trajes tradicionales no dieron mucho mejor resultado, al menos al principio.

"No eran populares a causa de la discriminación y debido al hecho de que tampoco eran demasiado buenas", indicó Jara. El pequeño grupo de mujeres —la mayoría de las cuales eran esposas e hijas de luchadores masculinos— entrenaban dos veces a la semana bajo un trío de bombillas desnudas en el gimnasio de Mamani, a pesar de los terribles horarios que ya de por sí dificultaban la conciliación entre vida profesional y familiar.

Broadly Vice


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