ENTREVISTA a Waltert 'Tataque' Quisbert, gigante de
- Hola, ¿ésta es la casa de Walter Quisbert?
- Sí, es mi papá, pero ahora estoy solo.- me contesta la voz de un niño.
- Oye, ¿sabes si tu papá fue boxeador?
El niño piensa un momento.
- Sí, parece que sí, mi papá siempre boxea.
- ¿Y tu papá es muy alto?- le pregunto entusiasmado.
- No, es bajito, pero forzudo… mi papá siempre boxea con el vecino.
- Ah, disculpa, no es el Walter que yo creía.- le digo y cuelgo el teléfono.
Llevo varios días buscando al ex campeón sudamericano de boxeo. A veces he pensado que el gigante de
Es extraño, porque si uno pregunta por él, la mayoría de las personas lo conocen. Algunos, incluso, asocian recuerdos personales con el deportista: "Cuando niño me llevaron a verlo bailar en el carnaval", "Él salió campeón cuando me casé en 1980", etc. Nadie, sin embargo, sabe a ciencia cierta cómo ubicarlo.
A pesar de tener más de 50 años, Walter sigue subiéndose de vez en cuando a los cuadriláteros. Cambió, eso sí, los pantalones cortos y los guantes de cuero por una malla de peleador de lucha libre
Un taxista me comenta que Walter ha instalado un gimnasio donde enseña boxeo. En una tienda de artículos deportivos me dicen que trabaja como guardia en un restauran de Calacoto. El presidente de la asociación de boxeo de
En la guía de números de teléfonos figuran al menos seis Walter Quisbert. Ninguno reconoce pesar 170 kilos o encorvarse al cruzar las puertas. Así, después de buscar direcciones y lugares que ya no existen, tras escuchar historias en las que daban a Walter por muerto o tomando sol en Panamá, llego a lo que parece un callejón sin salida. Algo ha fallado en la búsqueda. Pienso una y otra vez hasta que resuena en mi cabeza la voz del presidente de la asociación de boxeo: "Para qué quiere hablar con él, si fue campeón hace ya tantos años". Es allí cuando me doy cuenta que siempre he pensado en Walter como una historia del pasado. Sin embargo, a pesar de tener más de 50 años, Walter sigue subiéndose de vez en cuando a los cuadriláteros. Cambió, eso sí, los pantalones cortos y los guantes de cuero, por una malla de peleador de lucha libre. Hago contacto con Alberto Medrano, entusiasta difusor de la lucha libre boliviana. Él será el encargado de guiarme hasta el hogar del gigante.
Hace no tanto, en Uyuni, un fotógrafo argentino me dijo que un viajero es el que huye de la planificación, camina sin prisas ni prejuicios y hace suyo todo lo que observa. Ahora, Walter Quisbert, sentado en un sofá en el que apenas cabe, me arroja una frase para probar de qué estoy hecho:
Walter Quisbert en su casa
- Yo cobro por dar entrevistas.- dice serio y luego se queda en silencio.
A esta altura del viaje mis finanzas son escuálidas. No puedo pagarle. Por un instante pienso en el Gigante Egoísta; ese personaje de un cuento de Oscar Wilde que no permitía el ingreso al fabuloso jardín de su castillo. Sin embargo, ya he llegado a su departamento. Walter me escruta mientras se oye el rumor del televisor que está en el living. Yo observo la habitación y en una esquina descubro una fotografía en la que Walter posa junto a su mujer en el día de su boda. De reojo miro a Marina que está a mi lado. Ella permanece muda. Walter es intimidante. Entonces juego mi última carta. Le digo que soy un viajero, que encontrarlo ha sido un desafío por el cual he recorrido
- Contigo voy a hacer una excepción.- me dice y por primera vez sonríe.
¿Qué recuerdos tienes de tu infancia?
Tuve una niñez de oro. Yo nací en
¿Cuál es tu primera aventura, la primera vez que sales de ese mundo de oro?
A los 14 años me fui a Chile, porque mi hermana vivía allí. Viajé sin documentos ni nada. Me fui caminando, con mis amigos del barrio. Nos demoramos como una semana en llegar a Arica.
¿Y qué hiciste en Chile?
Mi hermana vendía frutas y yo le ayudaba. A los 15 ya medía un metro noventa y un día, en la calle, un tipo me para y me dice que era entrenador de boxeo y me invita a entrenar a un gimnasio. Se llamaba Santiago Peta. Comencé a entrenar y conocí a Luis Cuadra, campeón chileno. También a los Toledo y a los González. Entré a pelear en la categoría de peso pesado. En esa época pesaba unos 99 kilos.
¿Recuerdas tu primera pelea?
A los 15 años ya medía un metro noventa y un día, en la calle, un tipo me para y me dice que era entrenador de boxeo y me invita a entrenar a un gimnasio
Hubo un campeonato de debutantes en el coliseo 'Fortín Sotomayor', de Arica. Allí gané el campeonato. Eso fue el 70 ó 71. Cuando pasó lo del 73 (se refiere al golpe de estado que derroca a Salvador Allende en Chile) retorné a Bolivia.
¿Seguiste boxeando?
Aquí bailé de caporal en los carnavales. Por mi estatura, yo iba adelante. También, entre el 74 y 76, jugué basketball. Fui uno de los mejores pívots de
¿Boxeo amateur?
Sí, pero no usábamos cabezal (protector). En los 'Bolivarianos' me enfrenté a Castillo (ecuatoriano), a un peruano y a un venezolano. Salí campeón y era una locura. Me dieron trofeos y el mismo Hugo Banzer me entregó unas medallas. El 78 me pasé al boxeo profesional. En 1980 fui campeón sudamericano.
¿Qué sentías antes de pelear?
Primero está el nerviosismo. A cada rato vas al baño a hacer 'pis'. Solo en el camarín, das vueltas de un lado a otro. Cuando uno se sube al ring, eso se pierde.
¿Qué boxeadores fueron tus referentes?
(En los 'Juegos Bolivarianos') salí campeón y era una locura. (...) el mismo Hugo Banzer me entregó unas medallas. El 78 me pasé al boxeo profesional. En 1980 fui campeón sudamericano
Antes había más boxeo en la categoría peso pesado. Yo admiraba a Alí, un boxeador muy inteligente. También recuerdo a Alfredo Evangelista. Yo estuve boxeando como seis años, después me fui a la lucha libre, porque me gustaban las cosas violentas. Hay que nacer para esto y tener sangre. (Se toma la nariz y la mueve de un lado a otro.) Me sacaron el cartílago en Buenos Aires. Así ya no siento los golpes.
¿Y cómo fue tu paso del boxeo a la lucha libre?
La lucha libre en Bolivia se parece a la de México. Es más real. Se necesita una preparación dura. Yo hacia de 'Tataque' o 'Gigante de América'. Tuve que entrenar mucho, porque es diferente al boxeo. Se requiere mayor agilidad. Antes hacia harta pesa, levantaba 180 kilos en banco plano. Yo peleaba contra '
Tú tienes varias mujeres en la casa, tus hijas, ¿están ligadas al deporte?
No. Mis hijas nacieron en
Estas son crónicas de viaje, recomiéndame lugares para conocer
Conozco 24 países, pero no cambio por nada a Bolivia. Esto es el paraíso. Acá tenemos de todo
Sabes, conozco 24 países, pero no cambio por nada a Bolivia. Esto es el paraíso. Acá tenemos de todo: fruta natural, paisajes, buena gente. Pero si tuviera que recomendarte algún lugar tienes que visitar Tiwanaku, Sorata, Tikina, Copacabana, Coroico y la 'ruta de la muerte', Rurrenabaque, San José de Chiquitos, Santa Cruz y así podría estar todo el día. Y para comer, en Warisata, por ejemplo, puedes probar un exquisito pescado.
¿Qué importancia ha tenido tu estatura en tu vida?
Ser tan alto tiene ventajas y desventajas. Yo viví en Panamá gracias a la lucha libre. También conozco toda Centroamérica. Hoy tengo un restauran en Santa Cruz y otro en Cochabamba, pero sigo metido en la lucha libre. Ahora peleo junto a 'Chuky' y la gente me sigue saludando en la calle. Ser alto me ha servido para todo esto, pero ante todo yo doy gracias a Dios por ser boliviano.
Una de las hijas de Walter entra al living. Trae refrescos. La chica debe medir cerca de un metro setenta. Se parece a su madre. Él la mira orgulloso. Después nos sacamos fotografías. Mientras posa, el luchador me dice que hace 2 meses le detectaron diabetes y que ahora cuida estrictamente su dieta. Luego hablamos de la suerte de otros gigantes y Walter me confiesa un sueño: quiere conocer al Gigante González, un argentino de
Debemos partir. Walter nos dice que la próxima vez que estemos en
Crónica extraida del periódico digital Bottup
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